miércoles, marzo 16, 2011

Los conductores de vehículos...

El primer día de clases del curso al que obligatoriamente deben asistir quienes van a obtener la licencia de conducir comprendí la regla básica (y muy simple) de la conducción y al mismo tiempo, la razón por la que el tránsito es tan caótico (¡desastroso!, podrían muchos corregir).

Al igual que en el caso de los peatones, la solución pasa por asumir una actitud de respeto a los demás, tolerante y cooperativa a la vez, no serviría de mucho pedir a los transeúntes que caminen siempre conservando su lado derecho, por ejemplo. No obstante, en el caso de los vehículos, aún cuando el desarrollo tecnológico ha hecho que muchos automóviles sean cada vez más maniobrables y más compactos, no lo son en tal extremo como el propio cuerpo humano que gobierna el peatón. Así, ha sido necesario crear toda una infraestructura de tránsito así como una conjunto de reglas más o menos claras y todo un aparato institucional para que el tráfico se desenvuelva en las condiciones más provechosas para todos los que tienen la necesidad de recorrer distancias (en general) cada vez mayores.

El problema principal del tránsito es que aún cuando las obligaciones sean más o menos exigibles (siempre que exista un sistema de control, por ejemplo, un oficial presente y capaz de hace cumplir las normas), los derechos no lo son. Así, estando la luz del semáforo en color verde, nada puede asegurar que no vendrá un automóvil por la perpendicular y pase su semáforo en rojo. De otro modo, el conductor confiado en la luz verde podría resultar herido y el vehículo destruido.

Así, la primera regla es doble: ser precavido y ofrecer certidumbre. La primera parte siempre se la enuncia pero casi nunca se la cumple, o bien, los niveles de precaución son muy heterogéneos y se enfocan en aspectos demasiado particulares. La segunda parte de la regla puede ser expresada a su vez en dos principios muy sencillos de conducción:

1.- Cumplir las normas de tránsito: Nuevamente cualquier conductor puede poner como excusa el hecho de que las calles están en mal estado, no existe señalización, etc. Empero, resulta importante conocer y cumplir las reglas. No faltan quienes reducen el conjunto de reglas a las luces del semáforo y su cumplimiento es bastante laxo, llegando incluso a argumentar estúpidamente que en la transición del semáforo desde el color amarillo (ámbar?) al rojo todavía es posible “cruzar” la calle.

2.- Toda maniobra debe ser anunciada, ya sea por medio de luces, señales de la mano y – en el extremo – con la señal sonora, pero siempre con suficiente tiempo de antelación, de otro modo, cualquier señal pasa a ser más bien una tonta excusa para un posible accidente. Por ejemplo, existen algunos conductores que colocan la luz de giro (“guiñador”), cuando ya han comenzado la maniobra, pudiendo haber anunciado dicho giro media cuadra antes.

La experiencia en las calles nos muestra que aún cuando todo parece sencillo teóricamente, en la práctica casi nadie cumple y menos intenta cumplir con los mencionados principios y/o reglas de conducción. Los ejemplos abundan. Invasión de carriles de circulación, se adelanta por el carril derecho sin ningún problema, se usa el carril izquierdo para pasear y conducir a escasa velocidad, no se respeta la distancia prudencial entre uno y otro vehículo. Llegados a un cruce, todos los conductores creen tener preferencia de paso y esgrimen toda clase de argumento: “voy cuesta arriba” dice uno, “voy cuesta abajo” dice otro, “mi vehículo es de servicio público”, “yo estoy en avenida”, “voy entrando a una avenida”, “mi auto es más grande y nuevo que el resto”, “yo toqué la bocina primero”, “soy de la tercera edad”, etc. El resultado es natural: embotellamiento, choques, discusiones, peleas, etc.

Esto es fácil de comprobar, cuando uno pregunta a los taxistas, ellos aseguran que son los buses quienes se consideran “dueños de las calles” y conducen de manera abusiva. A su vez, los conductores particulares, culpan a los buses y taxis por igual: “paran donde quieren y cuando quieren”; finalmente, los conductores de buses responden con certeza que los conductores de vehículos particulares son los más arbitrarios y – peor aún – “muchos de ellos ni siquiera saben conducir”. Por supuesto que el pasajero/usuario del transporte público tiene su parte de culpa, y el gobierno municipal y el servicio de caminos pero la mayor parte de los problemas podrían ser solucionados si la actitud de reclamar el derecho propio y desconocer el del resto, fuera depuesta.

Lamentablemente eso no sucede, pero eso no es lo peor. El problema se hace más complejo puesto que cuando se intenta hacer notar el error en el momento y en el lugar, las respuestas son ofensivas: “¿acaso tú conduces bien?”, “¡qué te importa si conduzco mal, debes agradecer que no te he causado ningún daño!”, en vez de aceptar y pedir disculpas. Cierto día en la avenida Suecia, en el carril izquierdo, detenido un automóvil, sin tener siquiera encendidas las reglamentarias luces rojas intermitentes, su conductor se encuentra tomando un refresco (sin bajarse del auto) ante la mirada paciente de la vendedora de refrescos. Otro automóvil que viene detrás y observa el error del conductor y de todas maneras no se inmuta pues tiene el carril izquierdo para poder pasar y hubiera pasado de largo, sin embargo decide detenerse un segundo a su costado (izquierdo, no hay otra posibilidad) para que con un suave toque de bocina sugiera al infractor tomar conciencia de su error, la respuesta grosera ha sido: “¿qué quieres?, ten cuidado $%$&#@€~...”

Y me pregunto si ¿tanta habría sido la sed y tan urgente como para asumir una actitud tan imprudente y contraria a las normas de conducción? ¿Qué tan difícil era estacionar el auto, cruzar la calle, tomar el refresco y volver luego al vehículo  ¿Qué le costaba al infractor, ante el cuestionamiento de otro, ni siquiera pedir disculpas sino simplemente quedarse callado?

No faltan quienes se jactan de conducir bien y de cumplir las normas, pero como se ha dicho – reducen las normas a las luces del semáforo, olvidándose de otras cosas tan importantes como el mantener el carril, detenerse antes del paso peatonal, anunciar giros, paradas, ceder el paso en cruces de calles, reducir la velocidad en zonas escolares, etc.

Al estado caótico del tráfico no ayudan ni la escasa capacidad institucional de la correspondiente sección de la policía u otras autoridades, ni la cultura nuestra tan viciada y corrupta como alejada de actitudes más humildes, comprensivas y tolerantes.

martes, marzo 15, 2011

Las desventuras de un simple peatón

Hace mucho tiempo, mi hermano Néstor me sugirió la idea de que todas las personas deberían tener una licencia para caminar en las calles o algo similar. Por supuesto, me llamó mucho la atención su propuesta, sobre todo por lo extravagante que parece a primera vista, por las implicaciones de "control" y en cierta medida "fascistas" de otorgar licencias para caminar, respirar y hasta suspirar... en fin, por la difícil que sería poner en práctica esa idea en una sociedad como la nuestra (país en vías de sub-desarrollo, etc.).

En nuestra discusión le había recordado la anécdota que algún anónimo amigo me contara (veraz o no) del caso chileno. Muy ufanos algunos de ellos cuentan que los peatones chilenos son tan respetuosos de las normas que solamente cruzan las calles por la "piel de cebra" o paso peatonal pintado en las calles (queda implícita la idea de que todas las calles tiene claramente marcado dicho paso peatonal!), ante mi asombro, me contaba también que la manera en que se había logrado dicho adelanto civilizatorio era a través de la asistencia de la fuerza pública (policía), así, cada vez que algún despistado y/o irresponsable peatón pretendía cruzar la calle por otro lugar que el permitido, un agente usaba el tolete y castigaba ahí mismo y sin preámbulos al osado ciudadano, seguramente a muchos nos habría bastado ver un par de veces semejante escena para que por ningún motivo olvidáramos la regla.

Como a muchos me gusta la idea de que todas las personas puedan desenvolver sus actividades sin molestar a otros y entiendo que las reglas deberían servir para ordenar las acciones y evitar que por cualquier motivo unos avasallen los derechos de otros. Pero también pensaba que si el precio a pagar por ese "orden" fueran los varios golpes de los agentes de la policía, prefería el estado semi-salvaje, semi-anárquico y/o subdesarrollado en que estamos todavía sumidos.
Sin embargo, la idea de mi hermano tenía que ver con la existencia de serios problemas de relación entre peatones, entre peatones y vehículos y que luego yo extrapolo a las relaciones sociales en general, a las ideas subyacentes sobre los derechos y obligaciones de los demás. Pero vamos por partes.
Dejando de lado los aspectos “estructurales” del problema, así como las respectivas soluciones estructurales (Cualquiera que conozca Cochabamba o muchas de las ciudades bolivianas o muchos “centros históricos”, sabrá que las aceras (veredas, banquetas) son demasiado estrechas para el flujos – muchas veces voluminoso – de peatones y que una posible solución pasaría por invertir en la construcción de aceras más amplias (ya sea reduciendo el ancho de las calles, convirtiéndolas en peatonales, o bien reduciendo los predios, ampliando la rasante). De todas formas, esta posible solución estructural solamente sería parcial, como se explica más adelante.) quisiera concentrarme en el asunto más bien individual, o micro.

1.- Típico caso del encuentro de peatones y baile consecuente: dos peatones en una acera relativamente vacía y amplia (imaginemos que existen dos carriles por los que pueden circular los peatones), se encuentran de frente. Las razones, el uno más distraído que el otro, o bien, ambos decididos a permanecer en su carril esperando que sea el otro el que cambie de carril (Existen algunas normas informales que en algunas ocasiones se cumplen: a) ceder el paso según una “jerarquía” definida por el grado de capacidad, así, se asume que un adulto de edad media es más capaz que un anciano y/o un niño, entonces, el adulto joven debería ceder el paso; b una racionalidad conservadora plantearía que el “valor” de una persona estaría dado simplemente con la edad, por tanto, tendría preferencia de paso el que más edad aparente; c) otra racionalidad de tipo romántica, establece que el paso preferente es para las damas, y probablemente más preferentemente aún para las damas más hermosas, es más, las reglas de urbanidad en tal respecto pedían que la dama caminara del lado derecho del varón, para que – en caso de peligro - éste pudiera sacar rápida y fácilmente la defensora espada y así proteger el preciado tesoro, por otro lado, la costumbre de ceder a las damas el lado de los muros y que el varón se mantenga del lado de la calle parece reflejar la lógica de protección (contra los vehículos o en todo caso, que la dama disfrute de la sombra de los muros, etc.), y tiene su origen en la época medieval (¿?) en que desde los altos arrojaban las aguas servidas y el varón evitaba que dichas aguas alcancen a la dama d) finalmente desde una racionalidad clasista, bastante común en sociedades con estructuras coloniales, la preferencia de paso la tendría el más poderoso, de hecho, relata Arnade el caso de los soberbios oidores que ante su paso por las calzadas de Charchas, todos los demás peatones debían no solamente ceder el paso, sino bajarse de ella; tal parece que es justamente la lógica del poder (la ley del más fuerte) la que sigue imperando hoy día.); como sea, a veces se da la cómica situación en que ambos se mueven simultánea y alternativamente a un lado y al otro y visto de lejos parecería que ambos están en un extraño baile.

2.- Típico caso de una vereda con n carriles y n personas caminado por él, por ejemplo, en una vereda con dos carriles, dos peatones conversan amenamente, a veces discuten o nada, pero sencillamente se han olvidad que existen los “otros”, ya sea que por el frente o desde atrás y con paso más rápido pretenden seguir su camino. Casi siempre sucede que deben los tres encontrarse y detenerse para que – según el respectivo humor - se resuelva el problema, ya sea que el equipo de dos que caminar codo a codo decida formarse uno detrás del otro y así “liberar” un carril para que pase el que viene de frente, otras veces, inmutables el dúo estático a duras penas y hasta con cierto aire generoso logra abrir “medio carril” para que pueda pasar el tercero. No falta el apurado que ante la velocidad del dúo estático, debe dar algún ágil salto a la calle para volver a ganar la acera algunos pasos después, el que viene detrás del dúo, a veces intenta un “permiso por favor” entre tímido y dubitativo debe esperar todavía media cuadra para que lo escuchen y respondan sus casi-súplicas, no faltará en agresivo que grite “¡paso!” y deje fluir un halo de violencia que – por supuesto – podría llevar a discusiones, gritos, peleas, en fin.

3.- Típico caso del apurado, que está sumamente atrasado para alguna cita, reunión o tarea. ¿Responsable?, ¿Irresponsable?, como quiera que sea, está tan apurado que no tiene paciencia y camina empujando a los demás, abriéndose paso a toda costa. El ejecutivo exitoso cree que solamente él trabaja y no le alcanza el tiempo se lamenta por vivir en una sociedad de tortugas que no tienen nada que hacer y vagan por las calles prácticamente bloqueándolas. Con pasos agigantados devora distancias sin importarle los derechos de los demás, solamente importa su tiempo. Típica actitud egoísta.

4.- Típico caso del distraído, errante, vagabundo, turista, paseante. Tiene todo el tiempo del mundo y camina con pasos cortos, inciertos, impredecibles, variables y sobre todo, lentos. Probablemente es alguien que espera a otro (el apurado), es alguien que hoy no tiene nada que hacer (mañana será el apurado), o finalmente es alguien que “busca algo y no sabe qué” o bien “busca algo y estaba por ahí pero ya no está”. Como quiera que sea, lo errático de sus pasos le hace a) variar la velocidad al caminar, b) cambiar de carril inesperadamente y c) adoptar cursos inesperados, lo que termina por convertirlo en un verdadero obstáculo para los otros. Todo empeora cuando el distraído no tiene ni el más remoto interés en darse cuenta que existen “otros” (en especial los apurados) que deben realizar maniobras in/desesperadas y a veces por demás atléticas para evitar golpearlo. Peor aún, como el apurado, él también piensa que los demás (sobre todo los apurados) son los torpes y que se encuentran esclavizados por el tiempo, que no saben administrarlo que todos se equivocan, excepto él. Típica actitud egoísta.

5.- Típico caso del “portador”, que lleva en el mejor de los casos, mil bolsas y un par de niños y que apenas puede moverse, menos aún ponerse de perfil. En tal caso no queda más que ser tolerantes y en lo posible facilitar el tránsito de esas personas. En el peor de los casos es alguien que apenas lleva un bolso, o cualquier otro objeto que pudiendo ser acomodado de tal manera que no estorbe a otros transeúntes, es justamente colocado y/o manipulado como para ocupar al menos medio carril más. El lector recordará alguna vez haber visto alguna dama muy oronda con el enorme bolso bajo el brazo en una angosta vereda, o algún malabar con una caja bajo el brazo, de tal suerte que logran bloquear la vereda en toda su amplitud. Otra escena es la del paraguas, cuyo portador se preocupa en usarlo bien para su propio beneficio sin importar que golpee a otros peatones, que además de la lluvia y deben cuidarse de los paraguas.

Pero, como ya lo he sugerido, lo peor no es que el típico caso se presente si no más bien la reacción de los peatones: indiferencia, indolencia, negligencia total. Cuando algunos por casualidad se dan cuenta de su contribución al caos, apenas pueden reaccionar diciendo 1.- La Alcaldía debería hacer veredas más amplias (culpa a las estructuras), 2.- La culpa es de los apurados / lentos / distraídos (culpan a otros), 3.- ¿De eso se molesta?, ¿qué le cuesta bajarse de la vereda, hacerse a un lado? (la responsabilidad es de los otros) ¿y por qué no podría él mismo, bajarse, hacerse a un lado?, claro, cado uno siente que tiene privilegios respecto del otro, que “merece la preferencia de paso”. El colmo del asunto llega cuando el “otro” que “sospecha” que sus derechos han sido atropellados, pretende reclamarlos y solamente recibe una respuesta airada. Es decir, me ha tocado ver situaciones en que aquél que comete la falta, ni siquiera siente un poco de vergüenza, no lamenta para nada su conducta y no siente que debería pedir disculpas. Al contrario, se siente ultrajado y está dispuesto a devolver el golpe en la misma o mayor intensidad. Es sin duda, ¡el colmo!

Y uno podría preguntarse ¿para qué discutir?, ¿para qué siquiera tomarse la molestia de llamar la atención al que ha incurrido en la falta?, ¿existe acaso algún beneficio? La respuesta es si. Creo, estoy seguro, que en la medida en que seamos capaces de identificar las faltas de los demás y sobre todo nuestras propias faltas, sin necesidad de insultar o ser demasiado duros en la crítica, podríamos comenzar a construir una nueva cultura, una en que seamos capaces de reconocer nuestros errores y estemos – sobre todo – dispuestos a enmendarlos. Aquellos que piensan que esos son detalle sin importancia, creo que se equivocan. Es justamente en esos detalles en los que debemos trabajar y aprender a respetar el derecho de tránsito de los otros, a ser mejores ciudadanos, en fin, a involucrarnos y comprometernos con la sociedad para que las relaciones sociales (por muy nimias que éstas parezcan) sucedan en un marco de paz y respeto mutuo.

lunes, noviembre 30, 2009

Video vs Fotografía

Con las grabaciones de video, esto es: compresión de recuerdos en forma de imágenes en movimiento y sonido, la aspiración del hombre es demasiado soberbia, es el de apresar la realidad toda en un mundo virtual, por ello, esa carrera no tiene fin… pronto querremos captar en 3D y más adelante se nos ocurrirán cosas todavía más complicadas.

En cambio, con la fotografía, el interés es en apariencia más modesto, ya sean en blanco y negro o en colores, y cada vez con mayor nitidez, con mayor resolución, el hombre colecciona recuerdos en fotografías y así pretende “detener el tiempo”.

Digo que el interés es aparentemente más modesto pues la realidad al ser tan relativa siempre podrá ser concebida y representada como si fuera la realidad, en cambio, la idea de detener el tiempo, siempre absoluto e implacable, resulta una tarea titánica y requiere poderes semejantes a los que tendrían los Dioses.

Y ustedes, ¿qué prefieren?

viernes, agosto 21, 2009

Tiempo perdido...

Vuelvo despues de mucho tiempo, a escribir algo para nadie... más de un año ya...
No hay muchas noticias, el tiempo sigue su curso, como siempre.
Los hijos crecen y cada día nos enseñan algo nuevo. Les estoy muy agradecido.
Hasta ahora el 2009 se muestra como uno de esos años que se van sin que uno se de cuenta, y luego de 80, uno los recuerda apenas... como un tiempo perdido.
Sigamos pues... adelante!

martes, enero 29, 2008

Latitudes…

Se llama latitud a la medida angular que sobre algún meridiano, va desde la línea del ecuador hasta el paralelo en que se encuentra un lugar sobre la superficie terrestre. Se suele especificar si el ángulo en cuestión se abre en el hemisferio norte o sur, o bien , se denotan como ángulos positivos, las latitudes en el hemisferio norte y como negativos, las del hemisferio sur.

Con cierta regularidad, esa medida angular nos puede informar más o menos respecto de ciertas condiciones climáticas y de paisaje. Así, cuanto más cercana sea la latitud hacia los 90º (norte o sur), más frío habremos de imaginar el lugar o bien, tenderemos a asociar un mayo contraste estacional: primavera, verano, otoño, invierno. En cambio, la cercanía al ecuador nos hace imaginar, en todo caso dos estaciones típicas de las regiones tropicales, la seca y la lluviosa.

A mediados de enero, llego a los 22º 50’ Norte, después de estar en los 17º 23’ Sur, es decir, después de recorrer un arco de 40º y un poco más, sin contar la diferencia entre uno y otro meridiano. El cambio y la contrastación de las circunstancias climáticas me ha llevado a pensar respecto de algunos estereotipos y prejuicios…

Mientras en Cochabamba, donde se supone es el pleno verano, llovía y el ambiente estaba frío, en Zacatecas que es el pleno invierno, tenemos noches frías y algunos días bastante soleados. Y es que Cochabamba, muy cercana a la zona tropical, vive de alguna manera las dos estaciones propias de esas zonas: la seca y la lluviosa; por otro lado, Zacatecas está más influida por lo que es el ecosistema del desierto caracterizada por los extremos: frío nocturno y calor en el día. La coyuntura también es particular, pues algunos días antes de llegar al norte, el frío estaba en auge y ahora calmó un poco.

Otra forma de pensar las diferencias entre Norte y Sur, aunque parezca banal, está en la Navidad, que generalmente se ha asociado a Santa Claus o Papá Noel y los renos, y la nieve y el frío… Empero, un buen número de personas pasan la Navidad en pleno calor, días soleados y simulan la nieve en los árboles de navidad con algún artilugio sintético… Cuando muchos sienten que una “verdadera” navidad es aquella cubierta de nieve, tal vez sientan que los habitantes del sur pasan una navidad “falsa”?, “incompleta”?, más bien o simplemente: distinta.

Tengo la impresión de que muchas de las diferencias que se dan por sentado entre el Norte y el Sur, (o más específica y refinadamente, con la distancia al ecuador, es decir, con la latitud, según algunos geo-deterministas) tienen que ver también con el nivel de desarrollo económico entre países y sociedades. Es decir, mientras más cerca del ecuador, más pobre e incivilizado, más subdesarrollado el grupo social y cuanto más lejos del ecuador, más desarrollado será el mundo. Pero entonces es preciso observar que hay algo de relatividad en el asunto, así, todo norte tiene un sur inmediato, y viceversa. Entonces el norte está en el sur y el sur en el norte: Los grandes y lujosos centros comerciales y en las zonas más ricas de algunas ciudades en los países más pobres o las tristes zonas marginales y de pobreza en grandes y desarrolladas urbes del norte. No quiero dar ejemplos pero muchos tendrán el nombre de algún lugar rondándoles por la mente.

Apuesto que de alguna manera los hombres (otra vez no digo nombres ni clases, pero muchos sospecharán de algunos y algunas) han ido construyendo una maquinaria, que no solamente crea prejuicios sino también realidades que son geografías trastocadas. Y donde antes llovía ahora no, donde había un cielo azul, ahora se ve gris y los amaneceres se pintan con otros colores y otros aromas y algunas desesperanzas demás.

Las latitudes tal vez ya no son lo que eran antes, y solo queda el recuerdo, el estereotipo…

Tal vez solamente espero que si vuelvo a recorrer el arco entre una y otra latitud, las cosas no hayan cambiado mucho, o en todo caso, para bien.

Hasta otro momento, y en algún otro meridiano y/u otra latitud!